Escribí mucho sobre el hermoso espacio al que voy cada miércoles y del que salgo totalmente modificada, pero nunca te mandé ninguno de todos estos escritos largos largos en los que plasmaba cada sensación única e irrepetible.
Nora: vos y las paredes de tu escuela me vieron crecer y me ampararon en la difícil tarea de enfrentarme al mundo real.
Mi vida hubiese sido y sería radicalmente diferente sin mi espacio, nuestro espacio.
Cada vez que alguien me pregunta por las clases no se muy bien cómo explicar, es mágico es único es transformador.
Salís modificado para el resto del día, de la semana, de la vida.
Hace dos años que tengo la posibilidad de tomar clases en otra escuela e intentando explicarle a mi papá el porque de mis ansias para que llegara el miércoles y la carga de energía al salir de tu escuela al compararla con la otra clase, entendí que es por que acá puedo SER.
En tu escuela vivo, veo vivir a mis compañeros y a mis docentes. Vivimos en conjunto e individualmente, sentimos en colectivo y cada uno se deja atravesar.
Es un espacio de intimidad y entrega absoluta, como bailar frente al espejo antes de bañarme escuchando Sandro o Raffaella Carra. Puedo, me permito y me brindan un colchón para poder jugar.
Hacemos de la incertidumbre un mantra, abrimos camino a la experiencia y a la fidelidad para con nosotros.
Abrazo este espacio donde puedo pulsar mi verdad sin saber muy bien cuál es.
Y te agradezco, a vos y a Shumi también.
Por valorar la entrega, por invitarnos a trabajar, por ser generosas y constantes.
Y sobre todo por el tiempo, que como siempre me dijiste es un proceso y es tiempo.
Y por esto mismo hace años, ya no se cuántos, es que todos los miércoles a las 17.30 hs. ya empiezo a vibrar.
Luni